Vida de rosas: Capítulo 3.


-Es que a mi pobre hijo tiene que pasarle de todo, yo la verdad es no lo entiendo Lucrecia ¡Qué será lo que habrá hecho para que le ocurran siempre desgracias! Y además el nunca quiere ayuda, todo solo, todo solo... Y pasa lo que pasa me entiendes... pasa lo que pasa. -la madre de Javi hablaba al teléfono aprovechando que él y Sandra habían desaparecido en la antigua habitación de Javier nada más entrar.

-Bueno pues el pueblo completo sabe ya lo ocurrido me temo -comentó él cerrando la puerta que se había encontrado encajada.

Su madre se quejaba tan fuerte que era medio imposible ignorarla y Sandra llegó a preguntarse si lo había para molestarlos (molestarla) o si realmente tenía ese tono de voz, aunque obviamente no decía nada al respecto a Javi.

-Ahora explícamelo todo -pidió- Sin mentiras, Sandra.

-Yo no te he mentido.

-De acuerdo pues no olvides omitir casualmente ninguna parte de la verdad -sonrió.

Ella se sentó en la cama y colocó los codos en sus rodillas sujetando su propia cabeza entre las manos.

-Estoy viviendo una vida de rosas, Javi. Soy feliz y no hay nada más importante que ser feliz. Cada mañana que despierto a tu lado casi que puedo ver los pétalos flotando a mi alrededor, bajo mis pies allanando el camino y deteniendo mis dificultades. Tengo la vida perfecta de una flor roja que, aún estando provista de espinas para defenderse sola tiene a su lado siempre a un atento jardinero que-que... -permaneció un momento callada y Javi se sentó a su lado pasando el brazo por detrás de sus hombros al verla llorando- Mi vida es perfecta -lo miró con los ojos enrojecidos- ¿Entiendes? Como la de una rosa.

Se abrazaron durante un largo tiempo indeterminado y aunque se había prolongado el silencio no se oía, por suerte, a su madre de fondo. No había nada más que ellos dos.

-Y además -continuó ella cuando se separaron secándose las lágrimas- tenemos un plato de comida en la mesa todos los días y...

-¿Y salud? -preguntó Javi alzando las cejas- ¿Cómo andamos de salud?

-Como una rosa -bromeó ella, pero Javier no se reía- ¿Qué quieres que te diga? Ya te lo he explicado todo en el hospital.

-Refresca los detalles que no los recuerdo -pidió.

Aunque Sandra pretendió ocultarlo con una mueca, una pequeña sonrisa había asomado en sus labios. Lo que no sabía era que siempre que pasaba eso él vitoreaba por sus adentros pues, la mayor parte de las cosas que decía eran irónicas, sarcásticas o simplemente tontas con el único objetivo de que ella sonriese.

-Nada de lo que estábamos llevando a cabo hasta ahora me sirve, parece que mi tumor es inmune ahora y sigue extendiéndose sin remedio, fin del pronóstico.

-¿Como sin remedio? ¿No podemos hacer nada? -preguntó atónito.

-Probablemente una regla de tres -respondió ella- si en un mes sin tratamiento he perdido un tercio de mi fuerza, en dos meses...

-No bromees con esas cosas -la interrumpió.

-No bromeo -tomó el rostro del chico entre sus manos para que la mirase fijamente- Va a pasar, y si has seguido el cálculo que estaba haciendo ocurrirá en tres meses. No puedes evitarlo, ni yo tampoco, ni nadie. Porque las rosas tienen una vida corta irremediablemente.

-Pues me niego -dijo él levantándose y caminando hacia la puerta indeciso.

-¿Podrías negarte en un crucero hacia Italia? Me encantaría visitar Italia.

-No -respondió rotundamente- y no hables así.

-Tu actitud es absolutamente infantil -se quejó ella- en lugar de negarte deberías estar preparándote para perderme ¿Sabes?

-Sería en vano, yo nunca voy a estar preparado para perderte.

Ella se levantó y lo abrazó por detrás.

-Entonces ¿Prefieres Grecia? -preguntó sonriendo.

Javi se giró para mirarla fijamente aunque era considerablemente más alto.

-Es duro que me digas eso, sé que tú estás perfectamente concienciada pero a mí se me hace duro.

Sandra le sujetaba por el borde del pantalón con ambas manos sonriendo de forma que él se contagió sin querer.

-Yo sólo quiero viajar -dijo inclinando la cabeza.

-Aquí no podemos -contestó él sonriendo- el dormitorio de mis padres está al lado.

-Piensas que aún queda algún misterio para ellos... ¿De dónde crees que saliste tú, querido?

-Creo que deberías descansar, acabas de llegar del hospital.

-¿Qué pasa hoy? ¿Es el día internacional de decir NO a Sandra y yo no me he enterado? -se quejó.

-Quizás sea el día internacional de dar malas noticias -rebatió él sin perder la sonrisa, pero ella lo ignoró volviendo al tema.

-Podemos mover la cama y dejarla pegada a la pared de los vecinos.

Y como si una bombilla de tamaño solar lo iluminase, Javi se quedó absorto mirando al frente. Había encontrado la solución, el final de sus problemas.

-Sandra los vecinos -dijo maravillado.

-No se van a morir, seguramente ya estarán dormidos...

-No esos vecinos, los otros vecinos -continuaba sin saber cómo explicarse.

-¿Tenemos vecino a ambos lados? -preguntó un poco asustada de la forma en la que Javi la miraba- No entiendo nada de lo que dices.

-No importa -la soltó y abrió la puerta como si fuese a salir disparado por ella- Yo si me entiendo. Tengo que ir a hablar con los vecinos.

-Pero, pero...

Javi recorrió el salón en un par de zancadas mientras sus padres lo miraban extrañados desde el sofá. Se colocó corriendo la chaqueta por segunda vez en el día y abrió la puerta de la calle a toda prisa.

-Vuelvo en un rato -dijo sin dar más explicación mientras bajaba las escaleras.

-¡Espera! -exclamó Sandra asomándose a la puerta de la calle también- No me dejes sola ¡Javi! -pero al comprobar que se había marchado dejó de gritar resignada y murmuró para si misma- No me dejes sola con tu madre...

El traqueteo de sus pies bajando a toda velocidad los escalones se perdió enseguida y ella se giró cerrando la puerta tras su espalda con una sonrisa poco convincente dibujada en el rostro.

-¿Puedo ayudarles en algo? -preguntó a sus padres.



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