-Es que
a mi pobre hijo tiene que pasarle de todo, yo la verdad es no lo
entiendo Lucrecia ¡Qué será lo que habrá hecho para que le
ocurran siempre desgracias! Y además el nunca quiere ayuda, todo
solo, todo solo... Y pasa lo que pasa me entiendes... pasa lo que
pasa. -la madre de Javi hablaba al teléfono aprovechando que él y
Sandra habían desaparecido en la antigua habitación de Javier nada
más entrar.
-Bueno
pues el pueblo completo sabe ya lo ocurrido me temo -comentó él
cerrando la puerta que se había encontrado encajada.
Su
madre se quejaba tan fuerte que era medio imposible ignorarla y
Sandra llegó a preguntarse si lo había para molestarlos
(molestarla) o si realmente tenía ese tono de voz, aunque obviamente
no decía nada al respecto a Javi.
-Ahora
explícamelo todo -pidió- Sin mentiras, Sandra.
-Yo no
te he mentido.
-De
acuerdo pues no olvides omitir casualmente ninguna parte de la verdad
-sonrió.
Ella se
sentó en la cama y colocó los codos en sus rodillas sujetando su
propia cabeza entre las manos.
-Estoy
viviendo una vida de rosas, Javi. Soy feliz y no hay nada más
importante que ser feliz. Cada mañana que despierto a tu lado casi
que puedo ver los pétalos flotando a mi alrededor, bajo mis pies
allanando el camino y deteniendo mis dificultades. Tengo la vida
perfecta de una flor roja que, aún estando provista de espinas para
defenderse sola tiene a su lado siempre a un atento jardinero
que-que... -permaneció un momento callada y Javi se sentó a su lado
pasando el brazo por detrás de sus hombros al verla llorando- Mi
vida es perfecta -lo miró con los ojos enrojecidos- ¿Entiendes?
Como la de una rosa.
Se
abrazaron durante un largo tiempo indeterminado y aunque se había
prolongado el silencio no se oía, por suerte, a su madre de fondo.
No había nada más que ellos dos.
-Y
además -continuó ella cuando se separaron secándose las lágrimas-
tenemos un plato de comida en la mesa todos los días y...
-¿Y
salud? -preguntó Javi alzando las cejas- ¿Cómo andamos de salud?
-Como
una rosa -bromeó ella, pero Javier no se reía- ¿Qué quieres que
te diga? Ya te lo he explicado todo en el hospital.
-Refresca
los detalles que no los recuerdo -pidió.
Aunque
Sandra pretendió ocultarlo con una mueca, una pequeña sonrisa había
asomado en sus labios. Lo que no sabía era que siempre que pasaba
eso él vitoreaba por sus adentros pues, la mayor parte de las cosas
que decía eran irónicas, sarcásticas o simplemente tontas con el
único objetivo de que ella sonriese.
-Nada
de lo que estábamos llevando a cabo hasta ahora me sirve, parece que
mi tumor es inmune ahora y sigue extendiéndose sin remedio, fin del
pronóstico.
-¿Como
sin remedio? ¿No podemos hacer nada? -preguntó atónito.
-Probablemente
una regla de tres -respondió ella- si en un mes sin tratamiento he
perdido un tercio de mi fuerza, en dos meses...
-No
bromees con esas cosas -la interrumpió.
-No
bromeo -tomó el rostro del chico entre sus manos para que la mirase
fijamente- Va a pasar, y si has seguido el cálculo que estaba
haciendo ocurrirá en tres meses. No puedes evitarlo, ni yo tampoco,
ni nadie. Porque las rosas tienen una vida corta irremediablemente.
-Pues
me niego -dijo él levantándose y caminando hacia la puerta
indeciso.
-¿Podrías
negarte en un crucero hacia Italia? Me encantaría visitar Italia.
-No
-respondió rotundamente- y no hables así.
-Tu
actitud es absolutamente infantil -se quejó ella- en lugar de
negarte deberías estar preparándote para perderme ¿Sabes?
-Sería
en vano, yo nunca voy a estar preparado para perderte.
Ella se
levantó y lo abrazó por detrás.
-Entonces
¿Prefieres Grecia? -preguntó sonriendo.
Javi se
giró para mirarla fijamente aunque era considerablemente más alto.
-Es
duro que me digas eso, sé que tú estás perfectamente concienciada
pero a mí se me hace duro.
Sandra
le sujetaba por el borde del pantalón con ambas manos sonriendo de
forma que él se contagió sin querer.
-Yo
sólo quiero viajar -dijo inclinando la cabeza.
-Aquí
no podemos -contestó él sonriendo- el dormitorio de mis padres está
al lado.
-Piensas
que aún queda algún misterio para ellos... ¿De dónde crees que
saliste tú, querido?
-Creo
que deberías descansar, acabas de llegar del hospital.
-¿Qué
pasa hoy? ¿Es el día internacional de decir NO a Sandra y yo no me
he enterado? -se quejó.
-Quizás
sea el día internacional de dar malas noticias -rebatió él sin
perder la sonrisa, pero ella lo ignoró volviendo al tema.
-Podemos
mover la cama y dejarla pegada a la pared de los vecinos.
Y como
si una bombilla de tamaño solar lo iluminase, Javi se quedó absorto
mirando al frente. Había encontrado la solución, el final de sus
problemas.
-Sandra
los vecinos -dijo maravillado.
-No se
van a morir, seguramente ya estarán dormidos...
-No
esos vecinos, los otros vecinos -continuaba sin saber cómo
explicarse.
-¿Tenemos
vecino a ambos lados? -preguntó un poco asustada de la forma en la
que Javi la miraba- No entiendo nada de lo que dices.
-No
importa -la soltó y abrió la puerta como si fuese a salir disparado
por ella- Yo si me entiendo. Tengo que ir a hablar con los vecinos.
-Pero,
pero...
Javi
recorrió el salón en un par de zancadas mientras sus padres lo
miraban extrañados desde el sofá. Se colocó corriendo la chaqueta
por segunda vez en el día y abrió la puerta de la calle a toda
prisa.
-Vuelvo
en un rato -dijo sin dar más explicación mientras bajaba las
escaleras.
-¡Espera!
-exclamó Sandra asomándose a la puerta de la calle también- No me
dejes sola ¡Javi! -pero al comprobar que se había marchado dejó de
gritar resignada y murmuró para si misma- No me dejes sola con tu
madre...
El
traqueteo de sus pies bajando a toda velocidad los escalones se
perdió enseguida y ella se giró cerrando la puerta tras su espalda
con una sonrisa poco convincente dibujada en el rostro.
-¿Puedo
ayudarles en algo? -preguntó a sus padres.
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