Vida de rosas: capítulo 1.


El conocido dilema de Heinz escrito por Kohlberg está planteado de forma que cada uno puede dar su opinión al respecto dice así:

Una mujer está próxima a morir de cáncer y un farmacéutico ha descubierto un fármaco que, según los médicos, puede salvar a la mujer. El fabricante cobra dos mil euros, diez veces más que el coste de producción. La mujer le pide al farmacéutico que le venda el medicamento más barato y que le dé más tiempo para pagarlo ya que no posee semejante cantidad de dinero, pero éste rehúsa, pues su propósito es ganar dinero. El esposo de la mujer, Heinz, desesperado, se plantea entrar en el almacén del fabricante y robar el medicamento. ¿Crees que debe hacerlo?

Yo cuando lo leí, aunque también expuse mi opinión realmente lo que quería era escribir, me imaginé una historia entera que podría ocurrir, inventé tantas cosas en un sólo segundo que decidí subirlo a éste blog en forma de capítulos cortos para que la gente pudiese disfrutar de un final alternativo a esta disyuntiva tan abierta. Por supuesto podéis dejar vuestros comentarios debajo sobre lo que creéis que se debería hacer en tal caso y una vez que lo halláis hecho a disfrutar de la historia; En la cual cambié el nombre de Heinz por el de Javier y diversas cosas más, pero en general se plantea el mismo dilema:

-¡¡Sandra!! ¡¡Sandra cariño!! -gritó Javi nada más llegar a casa.

Había tomado el metro más deprisa de lo normal, caminado a paso ligero por la calle así como corrido escaleras arriba hasta llegar a su apartamento pues la noticia recibida significaba el fin de sus problemas.

-¿Qué pasa? ¿Por qué gritas así Javier? -contestó ella asomándose asustada al salón desde la puerta de la cocina, la cual desprendía vapor de agua de olor delicioso al resto de la casa.

-Sandra hoy he coincidido en el laboratorio con el vecino, ya sabes, ese señor dueño de la farmacia de al lado. Me ha dicho que cree haber encontrado una cura para su mujer; Los médicos lo están estudiando pero lo más seguro es que pueda erradicar al completo el cáncer que ella posee.

Sandra se llevó las manos a la boca sin saber como responder ante la noticia pues ella había sufrido más de diez años el mismo cáncer que la vecina y estuvo varias veces al borde de la muerte con sus cortos veintiséis años por lo que la noticia la alegraba enormemente.

-¿Es seguro? -preguntó aun así sin poder creer lo que oía.

-Te dije que lo están estudiando pero unos contactos allí nos han dicho que casi todo está listo y es un fármaco realmente eficaz -se acercó a ella y se abrazaron fuertemente- Se acabaron los problemas, te dije que se acabarían.

En ese momento él la elevó en el aíre dándole un par de vueltas antes de depositarla en el suelo de nuevo y sonreír tontamente tal como ella hacía.

-Es fantástico -murmuró ella de nuevo contra el pecho de él.

-Es más que fantástico, es una revolución en la medicina. Pueden salvarse muchas vidas con este nuevo descubrimiento e incluso desencadenar otros fármacos similares para enfermedades que actualmente tampoco tengan cura.

Cuando él la miró de nuevo ella estaba llorando de felicidad y ambos se sentaron sobre el sofá verde que se situaba pegado a una de las paredes del salón justo en frente del televisor. Javier le secó las lágrimas y durante un momento simplemente se miraron mutuamente sin articular palabra hasta que presionaron sus labios juntos durante un largo minuto.

-Javi no puedo creerlo.

-Yo tampoco podía, pero estuve ahí cuando dijeron que tal cosa era cierta y posible, además como científico estoy acostumbrado a asumir el cambio ya que las cosas no existen hasta que alguien las descubre y me parece algo maravilloso.

Anabel, la mujer del vecino, había sufrido cáncer de mama al igual que Sandra durante largos años y en consecuencias sus dos maridos habían entrado a trabajar en el laboratorio provincial donando sus fondos a la investigación para la cura de tal enfermedad, así como de otros cánceres comunes. Y al parecer los rumores eran ciertos, la mujer del vecino se recuperó definitivamente, los dos meses siguientes le creció el pelo hasta parecer el de un hombre y salió en televisión junto con su marido pavoneándose de que en a penas diez meses había conseguido recuperarse al completo. Fueron noticia en el mundo entero e hicieron historia como cabría esperar, así como el laboratorio en el que trabajaban fue muy galardonado claro que el hombre enseguida abandonó su antiguo trabajo y amplió la farmacia que poseía para crear su propio laboratorio y patentar el producto de manera que sólo él pudiese crearlo en todo el mundo.

Sandra pasó esos meses recibiendo quimioterapia como el resto de las mujeres de la tierra que tenían cáncer, era lo que hasta el momento habían estado haciendo pero ella esta vez era feliz porque sabía que pronto a la vuelta de la esquina tendría la vida solucionada.

Un lunes por la mañana Javier llegó a casa antes de lo previsto y ella aún no había preparado de comer ni se había colocado el pañuelo sobre la cabeza para ocultar su calvicie aunque se alegró de verlo.

-¿Qué tal? -preguntó ella al recibirlo- Vienes muy temprano hoy.

-Sandra tengo una mala noticia...

En ese momento pasó por la cabeza de la mujer todo tipo de cosas horribles que podían haber sucedido pero mantuvo la calma y preguntó:

-¿Qué puede ser tan malo para que pierdas la sonrisa?

-Me han despedido del Lab. -agachó la cabeza- me han despedido esta mañana.

Ella se acercó a abrazarlo.

-Pero Javi tenías un contrato...

-Lo sé, lo sé, pero el vecino ha cerrado el laboratorio al público y se lo ha quedado para sus propios fines; A penas necesita personal así que nos ha despedido a casi todos.

-¿Puede hacer eso? -se indignó ella.

-Tiene dinero suficiente para hacerlo -respondió pasándose la mano por la cara agobiado.

Sandra se sentó y él la imitó mirando al infinito.

-Conseguirás otro, estoy segura. Eres un científico increíble, seguro que vas a encontrar trabajo muy rápido -lo animó ella.

-Eso espero, esta misma tarde voy a ponerme a ello; Buscaré en el ordenador todos los anuncios que haya pero... no existen otros laboratorios en la ciudad...

-Si hay farmacias en cambio -repuso ella- y en el hospital también necesitan científicos. Tú no te preocupes.

Pero Javier estaba preocupado, muy preocupado de hecho y buscó en todos los lugares posibles de la provincia, después de un par de meses desesperado probó en todo el país... pero nadie quería a los que habían sido despedidos por Ramón, eran como los repudiados; Nadie se atrevía a recibirlos en sus empresas.

Por suerte al menos podía cobrar el paro aunque llevar todas las deudas con tan poco dinero le estaba resultando imposible por mucho que le doliese.

-¿Hubo suerte? -preguntó Sandra nada más abrir la puerta.

Sabía que Javier venía del centro, de nuevo de buscar trabajo, pero no había suerte. Como siempre.

-He tenido una idea -comentó él soltando el maletín sobre la mesa de café del salón y quitándose la chaqueta- nunca van a querer a los científicos despedidos pero voy a hacer un máster, un módulo... algo que me permita cambiar de trabajo.

-¿Un módulo?¿De qué será el módulo? -ella se apoyó sobre la mesa.

-De peluquería supongo, de algo que no tenga nada que ver con lo que he hecho hasta ahora. Aunque eso plantea un nuevo problema: Tengo que pagar el módulo de alguna forma; en mi opinión sería una inversión bastante buena pero...

-Javi -lo interrumpió- Yo también he tenido una idea.

Él se calló y la miró atentamente.

-Sabes que hice magisterio, puedo dar clases. Yo puedo trabajar -propuso.

Javier respiró profundamente tomando las manos de ella entre las suyas.

-Hablamos de ésto hace mucho tiempo Sandra, dijimos que ibas a poder quedarte en casa descansando, que ibas a resguardarte..

-Lo sé pero ya no podemos permitírnoslo, a mi no me importa dar clases, yo estoy bien y quiero dejar de ser inútil, quiero dejar de ser un lastre.

Él abrió mucho los ojos sorprendido ya que ella parecía enfadada y se había puesto de pie.

-No eres un lastre, eres lo mejor que me ha pasado en la vida y sólo quiero protegerte.

-Por favor Javi me gustaría hacerlo, deseo dar clases. Y además estoy suficientemente bien como para darlas, si no lo hago ahora no lo haré nunca.

-Podrás dar clases cuando el vecino saque a la venta el fármaco y estés bien, no te preocupes.

-Y ¿Con qué dinero compraremos esa medicina? Mira, yo puedo trabajar para pagar tu módulo y una vez que consigas trabajo te prometo que dejaré el mío para recuperarme.

Y así fue, Sandra pudo encontrar trabajo mucho más rápido que él; Aunque en el trayecto precisaron vender su coche, el que ambos compartían, para poder pagar la hipoteca de la casa así que ella caminaba felizmente hasta la escuela o acudía en bicicleta donde la esperaban dulces niños para jugar con ella aprendiendo y amasar plastilina.

-¿Qué significa el estado que has escrito en el móvil Sandra?

-”Viviendo una vida de rosas” -contestó ella.

-Lo sé, lo ha leído pero ¿Qué significa?

-Qué me encanta mi vida y como la vivo, eso significa. ¿Adivino que hoy también comemos pizza?

Javier sonrió, era cierto, de nuevo había preparado pizza porque no sabía hacer mucho más, cuando intentaba cocinar algo serio acababa saliéndole mal y en consecuencia metía una pizza en el horno. En realidad no le gustaba tomar muy seguido comida basura pero a menos de que su madre se pasase por casa para dejarles algo no tenía mucha opción.

-Mañana encargamos comida china -le prometió él.

Aunque aprendió, le costó sus días pero mejoró manejándose en la cocina.

Esa mañana estaba preparando pasta, espaguetis con carne para ser más específicos y escuchó que su móvil sonaba. Tranquilamente se secó las manos antes de cogerlo y cuando vio que el número que marcaba era desconocido se ilusionó. Por fin lo llamaban para darle trabajo, por fin una buena noticia... pero se equivocó, se trataba de una enfermera del hospital central.

-¿Javier Gonzalez?

-Soy yo.

-Le llamo desde el hospital central en la calle...

-Lo sé, sé donde está ¿Qué ha ocurrido?

-Su mujer está siendo atendida aquí, ingresó hace un par de horas y le informo que ya puede venir a visitarla.

De repente le costaba respirar y dejó caer el móvil al suelo para pasarse la chaqueta negra sobre los hombros y salir disparado por la puerta de la casa. No tenía coche ya, así que tendría que llegar en bicicleta con una de esas alquiladas que había junto al parque.

Pedaleó sin darse un respiro con todo tipo de pensamientos horribles agolpándose en su cabeza ¿Qué le habría ocurrido a Sandra? ¿Por qué ella no lo había llamado antes? ¿Llegaría a tiempo o sería demasiado tarde? La idea de perderla lo hizo sudar frío mientras trataba de recordar como llegar al hospital.

-Sólo espérame cinco minutos, por favor -murmuró.





Dania García-Donas Márquez Escocia

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