-¿¡Por qué!? -preguntó él nada más
entrar en la sala del hospital.
Por suerte Sandra no estaba dormida
pero aún así se sobresaltó.
-Intenta no gritar, Javi. Relájate.
-Me has asustado mucho -se quejó él
en un tono más bajo.
Se acercó al catre y se sentó a su
lado tomando la mano derecha de la mujer entre las suyas.
-¿Qué ha ocurrido?
-Estaba volviendo del colegio un poco
antes porque me encontraba mal...
-Debiste llamarme.
-¡Lo sé! -dijo ella angustiada- No me
interrumpas ¿Vale?
El asintió procurando que se calmase,
los dos estaban quizás demasiado alterados pero una vez que ella
hubo inspirado tranquilamente continuó:
-Bien, pues decidí no llamarte y
caminar despacio hasta casa pero empecé a sentir un fuerte dolor en
el pecho justo al pisar los escalones de la entrada así que la
directora me trajo en coche aquí cuendo me vio desplomarme en el
suelo.
-Sabía que esto era una mala idea...
-¿Qué podíamos hacer? Siento no
haberte contado que tomé esa decisión pero creí que no teníamos
opción...
Javi se quedó pensando un momento sin
saber a que se refería.
-¿Qué decisión, Sandra? -preguntó
después algo asustado.
Ella cerró los ojos presionando su
mano, estaba claro que esperaba que ya se lo hubiesen dicho.
-Dejé de tomar quimioterapia hace un
mes -confesó.
Javi tuvo que respirar fuertemente para
no ponerse a gritar de nuevo y una vez que hubo contado hasta tres
habló.
-¿Por qué?
-La casa, no podemos pagar la hipoteca
ya... ¿No te das cuenta de que mis sesiones cuestan demasiado
dine...
Lo había intentado, pero no pudo
continuar sin explotar.
-¿¡Crees que a mí me importa la
casa!? ¿En serio piensas que preferiría terminar la hipoteca y
perderte?
-Javi intento explicarte por qué dejé
de tomar la quimio. Ya no servía para nada, estábamos gastando
dinero para nada ¡Yo no mejoraba después de esas sesiones!
-¿Desde cuándo sabes eso?
-Desde poco tiempo antes de que
perdieses tu trabajo...
Finalmente Javier acabó cubriéndose
la cara con ambas manos angustiado, no tenía nada que decir, o más
bien, no podía decir nada. A su mente estaba acudiendo de nuevo un
sueño que solía desvelarlo años atrás cuando descubrieron el
cáncer de Sandra. Imaginaba un tumor negro con largos filamentos
acuosos como tinta expandiéndose célula a célula rápidamente y
después el zoom desaparecía y era el brazo de Sandra tumbada a su
lado el que se estaba infectando, entonces él saltaba hacia detrás
y se daba cuenta de que todo era una pesadilla.
-¿Por qué no me dijiste nada?
-consiguió articular saliendo de la ensoñación- En todo este
tiempo ¿Por qué no lo mencionaste?
-Yo no quería ser una pobre enferma
encerrada en mi casa buscando soluciones donde no las hay. Tenía
ganas de salir y ser profesora antes de que fuese demasiado tarde y
no me habrías dejado hacer lo que quería de habértelo contado. Si
no lo hubiese hecho ahora mismo estaría... estaríamos agobiados,
asustados, mal.
-Ni que yo estuviese dando botes de
alegría... por cierto la próxima vez que tengas deseos macabros
como cumplir tu última voluntad antes de morir, déjame al menos una
nota para avisarme.
-Javi ¿Qué te pasa?
-¿¡Que qué me pasa!? ¿Te refieres
aparte de tener a mi mujer hospitalizada con un creciente cáncer
imparable?
-¡'No te pongas dramático ahora!
-No entiendo como quieres que me ponga.
-Deberías estar feliz de que tomase la
decisión de vivir al máximo...
-Lo habría estado si me lo hubieses
contado en ese momento, me haces pensar que no confías en mi lo
suficiente para contarme lo que te preocupa. Peor, pienso que no me
necesitas para vivir tus días al máximo tal y como dices.
-Estas desvariando...
-¡Tú si que estás desvariando,
Sandra! Se te ha ido absolutamente la cabeza si piensas que vuelves a
tener quince años. Porque te estás comportando como tal,
irresponsable, inmadura...
-No pienso seguir hablando contigo
hasta que te calmes. Salte de la habitación.
-¡Estoy muy calmado!
Pero pareció que las enfermeras
compartían con Sandra la opinión de que se encontraba bastante
alterado por lo que le obligaron a salir fuera de la habitación para
dejarla descansar y él se quedó sentado allí, viendo como las
agujas del reloj daban vueltas mientras pasaban las horas y el sol se
iba ocultando lentamente.
Entonces alguien corrió desde la
recepción hacia Javi, un joven secretario con cara desesperada se
acercó a él aún con el teléfono en la mano.
-¿Javier Gonzalez? -preguntó sin
detenerse a respirar.
-Estoy seguro de que habrá muchos más
con ese nombre en el hospital, yo no espero ninguna llamada, señor.
-Desde luego, nadie espera una llamada
de los bomberos.
Entonces Javi se levantó de un saltó
recordando lo que había hecho antes de salir de casa, con las prisas
había dejado el fuego encendido y el móvil en el suelo de forma que
no podían haberlo llamado y, tras comprobar decepcionado de que la
dirección de la casa calcinada era la suya, no tuvo más remedio que
marcharse, aún cuando se había prometido no alejarse de Sandra
mientras ella estaba en el hospital.
-Nadie nos avisó del incendio hasta
que ya estaba suficientemente propagado como para que los vecinos lo
notasen -comentó el bombero cuando él llegó- La cocina está
absolutamente irrecuperable y me temo que las alfombras que recubrían
todas las habitaciones no ayudaron a cortar el fuego, creo pensar que
lo único en accesible es el cuarto de baño...
Continuó explicándole a Javier todo
lo que en cuanto a la casa se refería pero tampoco había que ser un
lumbreras para darse cuenta de que estaba destrozada y bien
calentita. Las ventanas eran ahora huecos sin cristal con los bordes
ennegrecidos debido a los lametones del fuego y aunque desde fuera
casi no se notase lo ocurrido el bombero pasó un largo tiempo
persuadiéndole de entrar hasta que se realizase una buena reforma.
Tras esto el hombre volvió al
hospital, a decir verdad mínimamente preocupado por la casa, aunque
si procuró llamar por el camino a sus padres antes de volver a
sentarse en el mismo sitio en el que había permanecido antes de que
el incendió se produjese y esperó, tal como había esperado la vez
anterior, pensando en lo inútil que había sido.
Salieron a decirle que todo estaba bien
con Sandra y que, de hecho, le darían el alta ese mismo día de modo
que se pasó sentado en aquella silla sujeta a la pared en medio del
pasillo todo el resto del tiempo sin a penas cambiar de posición.
Unas enfermeras dijeron que ya podía
pasar después de estar casi toda la tarde apartado y cuando entró
vio que Sandra llevaba su ropa habitual, nada que ver con ese
horrible pijama blanco que los hacían ponerse en el hospital. Volvía
a vestir sus vaqueros y camisa amplia de trabajo.
-Siento lo que dije antes -se disculpó
mientras caminaban por el pasillo.
Se había acordado de que llegó hasta
el hospital en bicicleta y... sabiendo que no era lo más idóneo
para Sandra, decidieron que los llevarían en ambulancia hasta su
casa, o mejor dicho, hasta casa de los padres de él.
-Lo sé. Yo también lo siento, tenías
razón, debí decírtelo.
Pero aunque ambos querrían haber dicho
mucho más, aunque ambos querrían haber hecho mucho más que caminar
de la mano hasta el ruidoso transporte mantuvieron las formas hasta
llegar a el aparcamiento donde los dejaron.
-¿Dónde estamos? -preguntó ella.
-Este es el piso de mis padres -explicó
Javi- La casa salió ardiendo mientras estabas en el hospital porque
me dejé el fuego encendido así que he pensado que podríamos
venirnos con ellos.
-Ah...
Habían decidió mutuamente en su
interior tomarse las cosas con calma de modo de Sandra sonrió cuando
Javi la miró en busca de preguntas que la chica había dejado sin
formular e instantáneamente se le contagió la sonrisa.
-Eres un desastre -comentó ella
mordiéndose el labio inferior y negando con la cabeza.
Él asintió llamando al telefonillo en
el número siete y la puerta produjo un crujido abriéndose de golpe
sin que nadie llegase a preguntar quién llamaba.
Dania García-Donas Márquez |
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