Vida de rosas: capítulo 2.


-¿¡Por qué!? -preguntó él nada más entrar en la sala del hospital.

Por suerte Sandra no estaba dormida pero aún así se sobresaltó.

-Intenta no gritar, Javi. Relájate.

-Me has asustado mucho -se quejó él en un tono más bajo.

Se acercó al catre y se sentó a su lado tomando la mano derecha de la mujer entre las suyas.

-¿Qué ha ocurrido?

-Estaba volviendo del colegio un poco antes porque me encontraba mal...

-Debiste llamarme.

-¡Lo sé! -dijo ella angustiada- No me interrumpas ¿Vale?

El asintió procurando que se calmase, los dos estaban quizás demasiado alterados pero una vez que ella hubo inspirado tranquilamente continuó:

-Bien, pues decidí no llamarte y caminar despacio hasta casa pero empecé a sentir un fuerte dolor en el pecho justo al pisar los escalones de la entrada así que la directora me trajo en coche aquí cuendo me vio desplomarme en el suelo.

-Sabía que esto era una mala idea...

-¿Qué podíamos hacer? Siento no haberte contado que tomé esa decisión pero creí que no teníamos opción...

Javi se quedó pensando un momento sin saber a que se refería.

-¿Qué decisión, Sandra? -preguntó después algo asustado.

Ella cerró los ojos presionando su mano, estaba claro que esperaba que ya se lo hubiesen dicho.

-Dejé de tomar quimioterapia hace un mes -confesó.

Javi tuvo que respirar fuertemente para no ponerse a gritar de nuevo y una vez que hubo contado hasta tres habló.

-¿Por qué?

-La casa, no podemos pagar la hipoteca ya... ¿No te das cuenta de que mis sesiones cuestan demasiado dine...

Lo había intentado, pero no pudo continuar sin explotar.

-¿¡Crees que a mí me importa la casa!? ¿En serio piensas que preferiría terminar la hipoteca y perderte?

-Javi intento explicarte por qué dejé de tomar la quimio. Ya no servía para nada, estábamos gastando dinero para nada ¡Yo no mejoraba después de esas sesiones!

-¿Desde cuándo sabes eso?

-Desde poco tiempo antes de que perdieses tu trabajo...

Finalmente Javier acabó cubriéndose la cara con ambas manos angustiado, no tenía nada que decir, o más bien, no podía decir nada. A su mente estaba acudiendo de nuevo un sueño que solía desvelarlo años atrás cuando descubrieron el cáncer de Sandra. Imaginaba un tumor negro con largos filamentos acuosos como tinta expandiéndose célula a célula rápidamente y después el zoom desaparecía y era el brazo de Sandra tumbada a su lado el que se estaba infectando, entonces él saltaba hacia detrás y se daba cuenta de que todo era una pesadilla.

-¿Por qué no me dijiste nada? -consiguió articular saliendo de la ensoñación- En todo este tiempo ¿Por qué no lo mencionaste?

-Yo no quería ser una pobre enferma encerrada en mi casa buscando soluciones donde no las hay. Tenía ganas de salir y ser profesora antes de que fuese demasiado tarde y no me habrías dejado hacer lo que quería de habértelo contado. Si no lo hubiese hecho ahora mismo estaría... estaríamos agobiados, asustados, mal.

-Ni que yo estuviese dando botes de alegría... por cierto la próxima vez que tengas deseos macabros como cumplir tu última voluntad antes de morir, déjame al menos una nota para avisarme.

-Javi ¿Qué te pasa?

-¿¡Que qué me pasa!? ¿Te refieres aparte de tener a mi mujer hospitalizada con un creciente cáncer imparable?

-¡'No te pongas dramático ahora!

-No entiendo como quieres que me ponga.

-Deberías estar feliz de que tomase la decisión de vivir al máximo...

-Lo habría estado si me lo hubieses contado en ese momento, me haces pensar que no confías en mi lo suficiente para contarme lo que te preocupa. Peor, pienso que no me necesitas para vivir tus días al máximo tal y como dices.

-Estas desvariando...

-¡Tú si que estás desvariando, Sandra! Se te ha ido absolutamente la cabeza si piensas que vuelves a tener quince años. Porque te estás comportando como tal, irresponsable, inmadura...

-No pienso seguir hablando contigo hasta que te calmes. Salte de la habitación.

-¡Estoy muy calmado!

Pero pareció que las enfermeras compartían con Sandra la opinión de que se encontraba bastante alterado por lo que le obligaron a salir fuera de la habitación para dejarla descansar y él se quedó sentado allí, viendo como las agujas del reloj daban vueltas mientras pasaban las horas y el sol se iba ocultando lentamente.

Entonces alguien corrió desde la recepción hacia Javi, un joven secretario con cara desesperada se acercó a él aún con el teléfono en la mano.

-¿Javier Gonzalez? -preguntó sin detenerse a respirar.

-Estoy seguro de que habrá muchos más con ese nombre en el hospital, yo no espero ninguna llamada, señor.

-Desde luego, nadie espera una llamada de los bomberos.

Entonces Javi se levantó de un saltó recordando lo que había hecho antes de salir de casa, con las prisas había dejado el fuego encendido y el móvil en el suelo de forma que no podían haberlo llamado y, tras comprobar decepcionado de que la dirección de la casa calcinada era la suya, no tuvo más remedio que marcharse, aún cuando se había prometido no alejarse de Sandra mientras ella estaba en el hospital.

-Nadie nos avisó del incendio hasta que ya estaba suficientemente propagado como para que los vecinos lo notasen -comentó el bombero cuando él llegó- La cocina está absolutamente irrecuperable y me temo que las alfombras que recubrían todas las habitaciones no ayudaron a cortar el fuego, creo pensar que lo único en accesible es el cuarto de baño...

Continuó explicándole a Javier todo lo que en cuanto a la casa se refería pero tampoco había que ser un lumbreras para darse cuenta de que estaba destrozada y bien calentita. Las ventanas eran ahora huecos sin cristal con los bordes ennegrecidos debido a los lametones del fuego y aunque desde fuera casi no se notase lo ocurrido el bombero pasó un largo tiempo persuadiéndole de entrar hasta que se realizase una buena reforma.

Tras esto el hombre volvió al hospital, a decir verdad mínimamente preocupado por la casa, aunque si procuró llamar por el camino a sus padres antes de volver a sentarse en el mismo sitio en el que había permanecido antes de que el incendió se produjese y esperó, tal como había esperado la vez anterior, pensando en lo inútil que había sido.

Salieron a decirle que todo estaba bien con Sandra y que, de hecho, le darían el alta ese mismo día de modo que se pasó sentado en aquella silla sujeta a la pared en medio del pasillo todo el resto del tiempo sin a penas cambiar de posición.

Unas enfermeras dijeron que ya podía pasar después de estar casi toda la tarde apartado y cuando entró vio que Sandra llevaba su ropa habitual, nada que ver con ese horrible pijama blanco que los hacían ponerse en el hospital. Volvía a vestir sus vaqueros y camisa amplia de trabajo.

-Siento lo que dije antes -se disculpó mientras caminaban por el pasillo.

Se había acordado de que llegó hasta el hospital en bicicleta y... sabiendo que no era lo más idóneo para Sandra, decidieron que los llevarían en ambulancia hasta su casa, o mejor dicho, hasta casa de los padres de él.

-Lo sé. Yo también lo siento, tenías razón, debí decírtelo.

Pero aunque ambos querrían haber dicho mucho más, aunque ambos querrían haber hecho mucho más que caminar de la mano hasta el ruidoso transporte mantuvieron las formas hasta llegar a el aparcamiento donde los dejaron.

-¿Dónde estamos? -preguntó ella.

-Este es el piso de mis padres -explicó Javi- La casa salió ardiendo mientras estabas en el hospital porque me dejé el fuego encendido así que he pensado que podríamos venirnos con ellos.

-Ah...

Habían decidió mutuamente en su interior tomarse las cosas con calma de modo de Sandra sonrió cuando Javi la miró en busca de preguntas que la chica había dejado sin formular e instantáneamente se le contagió la sonrisa.

-Eres un desastre -comentó ella mordiéndose el labio inferior y negando con la cabeza.

Él asintió llamando al telefonillo en el número siete y la puerta produjo un crujido abriéndose de golpe sin que nadie llegase a preguntar quién llamaba.


Dania García-Donas Márquez


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