sábado, 12 de diciembre de 2015

¿El saber es un Don?


-El saber es un don ¿Verdad?

-Ansiaba tanto que me preguntases eso -no le mentiría si le dijese que de no haberlo hecho se lo hubiese desvelado tarde o temprano pero eso prefiero no comentárselo pues así no perderá las ganas de preguntar.

-¿Me contarás una historia o me propondrás un acertijo? -preguntó.

-Apuesto a que eso puedes decírmelo tú -le dediqué una sonrisa cómplice.

-Me contarás una historia -contestó dándose cuenta de la artimaña y se acomodó en su asiento.

Supongo que después de todo el chico no es tan tonto, nunca había utilizado ese truco con él pero había pillado al vuelo que mi oración en sí ya era un acertijo por lo tanto la opción que quedaba libre era la historia:



-Lo siento mucho -se disculpó y agachó la cabeza- pude escucharlo pero no oírlo.

-Sé que a veces puede costar más comprender que entender -admitió el maestro- pero aún así a usted no debería haberle sucedido -la fulminó con la mirada- espero que no vuelva a ocurrir.

Se marchó de la sala golpeando fuertemente la puerta mientras Maie se mantenía rígida como una piedra, realmente le dolía el fracaso.

-No le escuches -la alentó Ashi colocando una mano sobre su hombro- A veces los maestros olvidan que todos no somos iguales que ellos.

-Pero podríamos serlo si nos esforzásemos, y es evidente que yo no he hecho mucho esfuerzo -se culpó.

-Siguiendo esa teoría no debería haberse referido a ti en concreto, si tomamos como biblia lo que dices, debería haber reñido en general -la persuadió Ashi- Sin embargo él no volverá a pedirte disculpas por su error o su comportamiento y tú tendrás que hacer todo lo posible para que jamás te vuelva a ocurrir así que no te culpes a ti misma, ya hay demasiada gente en el mundo que se encarga de eso.

Maie sabía que Ashi estaba equivocada casi tan bien como que hacerla cambiar de idea sería imposible. Pero con el apoyo de Ashi o sin él, ella pensaba seguir escuchando y escuchando hasta lograr oír.

Era la primera vez que el maestro Fareth explotaba de aquella forma así que la noticia se extendió rápidamente por la universidad. Aunque eso no era lo que le llamaba la atención a los estudiantes, la pregunta que ellos se hacían era: “¿Qué será eso tan importante que la chica no pudo oír?”

-En ningún momento me alzó la voz -desmintió Maie apartando a un par de chicas curiosas de su lado.

La noticia no sólo se había extendido, había tantas versiones de lo ocurrido que se podría escribir un libro. Algunos contaban que Fareth gritó hasta que los cristales retumbaron, decían que contestaba en sirha para que nadie pudiese oír lo que mascullaba, otros incluso afirmaban que la había golpeado antes de marcharse.

Maie hizo todo lo posible por desmentir aquella historia, lógicamente, nadie quiere enemistarse con un maestro con el que pasará dos años más.

Si bien estos rumores llegaban a los oídos de Fareth el parecía hacer caso omiso de ellos, pero aún así, todo el mundo puso la oreja cuando él citó a la chica a su despacho para hablar.

Maie estaba muy tensa y ni siquiera el lugar tranquilo y agradable al que se dirigía podía evitar eso. El maestro la vio de lejos y le hizo señas para que se acercase.

-Maestro Fareth han corrido rumores, rumores inciertos – se apresuró a aclarar nerviosa- yo no los he difundido.

Podría parecer que ésta era una manera poco sutil de expresarse, pero si alguien es capaz de pensar así, es porque aún no ha probado a explicarse cuando está nervioso.

El maestro inspiró hondo y espiró tranquilamente.

-Hasta mis oídos han llegado esas mentiras -hizo una pausa teatral al ver la cara de Maie- pero me he dedicado a escucharlos en lugar de oírlos -Fareth sonrió.

Puede que lo dijese para relajar tensiones y confraternizar con ella pero la chica no lo entendió así y se mostró aún más nerviosa removiendo las manos sobre su regazo.

-Además -añadió el hombre al comprender la situación- los que difunden los rumores son estúpidos, y me consta que usted no es estúpida.

Maie soltó sonoramente todo el aire que había estado reteniendo y se relajó un poco. Entonces se creó un silencio incómodo; El maestro esperaba que la chica preguntase mientras ella estaba convencida de que no debía decir nada por muchas preguntas que tuviese, pero entonces Fareth ladeó la cabeza dándole a entender a su alumna que tenía permiso para hablar.

-Y ¿Por qué me ha traído usted aquí? -preguntó entonces.

-Porque es un lugar bonito -respondió el maestro decepcionado.

-¿Cuál es el tema del que quería hablarme? -comprendió Maie enseguida.

-Esa era la pregunta que estaba esperando -el rostro del maestro se iluminó- te he traído aquí para que me expliques que viste u oíste. Si crees que no lo recuerdas todo, al menos algunas partes.

-En realidad lo recuerdo todo con exactitud -dijo orgullosa- lo único que me dijo fue: La clave está en el amor del odio.

Permanecieron un breve tiempo callados hasta que el maestro analizó y comprendió el significado de la oración.

-Supongo que esto de difícil de entender para alguien que nunca haya odiado a nadie -admitió- pero con odiar no me refiero al recelo que se guardan algunas personas, con odiar me refiero a querer que el otro esté siempre muy lejos de ti, o siendo algo más radical, estaríamos hablando de al que querrías ver muerto.

El maestro sabía que cuando Maie había entrado nueva el pasado semestre Gress se había burlado de ella por no tener ni idea de química.

-Si en uno de tus trabajos de química -comenzó a exponer Fareth para que ella comprendiese- algo saliese mal, algo sin pies ni cabeza... Imagina que tú lo has calculado todo meticulosamente y el agua que tienes en la mano explota ¿Qué pensarías?

Maie sonrió dándole a entender al maestro que había captado lo que quería decir pero aún así él insistió en que respondiese con un gesto.

-Pensaría que alguien me lo habría saboteado, pensaría que Gress me habría manipulado el trabajo -contestó.

-Tú quieres que sea él el culpable porque lo odias. Pensar que ha sido él te tranquiliza porque sabes que sólo tienes una persona en tu contra y por otra parte te irrita y quieres devolverle la jugada en cuanto puedas.

-El amor del odio -repitió ella pensativa- ¿Su enemigo la mató? ¿Ya está? Así de... - ni siquiera le hizo falta pronunciar la palabra “fácil” cuando vio sonreír al maestro y supo que estaba en lo cierto, que era así de fácil.

-Estoy orgulloso de que te hayas dado cuenta -admitió el maestro tornando después su rostro a uno serio- ahora ¡olvídalo!

Maie aún estaba triunfante cuando lo escuchó.

-¿Qué? ¿Por qué debo olvidarlo?

-La ignorancia es un don -le aclaró el maestro- cuanto más sepas más pueden usar contra ti, de modo que olvida la información.

-¿Qué información? -preguntó Maie enigmática, aunque no pudo contener una sonrisa.



Y aún así supongo que no fue suficiente, pasados dos meses nadie supo nada más de ella como si la tierra la hubiese tragado y bueno, puede que me culpasen en parte a mí, porque fui el último maestro que habló con ella pero en mi humilde opinión creo que ella no trató de dejar atrás la información y por eso la atacaron.

-Entonces ¿La ignorancia es un don o el saber es un don? -preguntó- ¿Ambas cosas pueden serlo?

-El saber no es un don, al igual que la ignorancia tampoco puede ser clasificada como tal; los dones son regalos y tanto el saber como la ignorancia son frutos de la dedicación.

-¿Y entonces qué saco yo de esta historia?

-Apuesto a que eso también puedes decírmelo.

Miró al suelo pensativo.

-La respuesta del acertijo -atinó a decir.

Sonreí, definitivamente sería mi aprendiz.
 

Dania García-Donas Márquez en Mérida


martes, 8 de diciembre de 2015

El color de transparente


¿Y el color del transparente cuál será? Me repetía en mi cabeza una y otra vez.

Una parte de mi sabía que el transparente no tenía color, pero la otra se negaba a admitirlo, pensaba que si podía ver los cristales debían poseer algún tipo de pigmento y, que si el agua del río lucía verde al correr pero cuando la cogía se volvía transparente ¿Cómo es que podía verla?

-El transparente no tiene ningún color, es transparente porque deja ver lo que hay detrás -dijo la señora lógica.

-Si puede verse no será tan transparente como dices -rebatió su hermana la locura.

-Eso de lo que hablas sería invisible -contestó lógica.

-A lo mejor tiene un color oculto -comentó la pequeña fantasía.

-Si tuviese un color oculto lo habrían encontrado -la contradijo el señor pesimismo.

-O puede que no lo hayan encontrado y tenemos que ir a buscarlo -dijo el espíritu aventurero.

-Quizás es un color en sí -reflexionó la avidez.

Entonces cansada de oírlos discutir tomé de la mano a la pequeña fantasía y echamos a andar, no muy de lejos nos seguían locura y aventura.

-Quiero enseñarte algo -pronunció fantasía llevándome hacia un prado verde y extenso.

Nos detuvimos allí, en silencio, mirando hacia la hierva y la especie de cabina en medio de ésta, hasta que nos alcanzaron locura y aventurero.

-¿Qué es esa caja? -preguntó locura asombrada.

-¿Por qué cambia de color? -añadió aventura.

-Es una caja transparente -aclaró fantasía mientras todos nos quedamos mirándola maravillados.

La cabina era tan pronto verde como azul y cambiaba deprisa de modo que nunca llegabas a pronunciar el color que poseía sin que volviese a cambiar.

-¡Esta caja está estropeada! -exclamó la señora lógica.

-A mi me parece bonita -comentó locura a la recién llegada.

-Igual es que requiere que superemos alguna prueba para mostrarnos la verdad -propuso aventura.

-Siempre está así -los interrumpió entonces fantasía- supongo que nunca sabremos cuál es el color del transparente.

-Yo creo que está claro -una voz grabe me sorprendió por la espalda.

Era el ingenio que hablaba.

-Y ¿Qué ves tú, ingenio? -le pregunté- ¿Qué ves tan claro?

Él se colocó delante de la cabina para que lo viésemos todos y pudiésemos oír la explicación.

-El transparente tiene todos los colores a la vez, por eso nunca lo hemos sabido, porque estábamos buscando uno en concreto y cerrándonos de mente a la solución.

Le aplaudimos todos al señor que había realizado el descubrimiento haciéndome sentir orgullosa de él. Entonces ante la atenta mirada de la profesora volví a prestar atención a la pizarra en la explicación de los cuerpos opacos, transparentes y translúcidos que estaba haciendo durante la hora de física y química.
 
 
Dania García-Donas Márquez en Valencia
 


La navidad de José.


-Muy bien, como es el primer día de clase tras las navidades vamos a contar a nuestros compañeros qué nos han traído los reyes magos -explicó la profesora.

Todos los niños comenzaron a hablar estrepitosamente contando las experiencias de navidad y la mujer tuvo que mandarlos a hacer silencio de nuevo para que pudiesen explicar sus regalos uno por uno.

-Vamos a levantar la mano -comentó- y el que yo señale hablará.

En ese momento un mogollón de manos se alzaron en la clase e incluso con este método los niños seguían haciendo ruido mientras decían “Yo” para que la profesora los señalase.

-A ver Pablo ¿Qué te trajeron los reyes magos?

-Un coche tele-dirigido nuevo -contestó el niño orgulloso.

-¿Y a ti Luisa?

-A mi me trajeron carbón.

El comentario despertó risas entre los pequeños.

-¿Te has portado mal este año?

-No -se rió ella- era carbón dulce.

Entonces José alzó la mano, como uno más entre los muchos niños que la tenían levantada, dejando ver un agujero que su chaleco de invierno poseía. La profesora sabía de su difícil situación familiar así que se quedó sorprendida ya que otros años el pequeño no había recibido regalos.

-¡José!¡Qué sorpresa! ¿Qué te han traído este año a ti?

-Los reyes han sido muy buenos conmigo y me han dejado una caja grande de cartón -dijo.

Todo el mundo esperó expectante y como no decía nada más la profesora retomó la palabra.

-¿Y qué había en esa gran caja?

-Al principio yo no veía nada -narró el niño- pensaba que los reyes me habían engañado pero después mi mamá me explicó que ellos habían metido un poco de su magia en la caja y era toda para mi.

La profesora lo miraba enternecida mientras algunos niños se quejaban de que también querían un poco de magia de los reyes para ellos y entonces José se animó y continuó hablando:

-No creáis que tener magia es fácil, nada más abrir la caja se me escapó toda y mi padre tuvo que ayudarme el resto del día a encontrarla por la casa y devolverla dentro y aún así todavía no la hemos encontrado toda.

Los niños de su clase pronto olvidaron el regalo de José para seguir hablando de juguetes y otras cosas pero el pequeño pidió año tras año cajas de magia para poder jugar un día entero con su atareado padre y nunca jamás perder, olvidar o estropear su regalo más preciado: La ilusión y el tiempo que tenía.
 
 

Dania García-Donas Márquez en Madrid