domingo, 21 de febrero de 2016

Perfect Woman


Andaba buscando a la mujer perfecta, desde que me operaron cada vez que una nueva enfermera aparecía por la puerta soñaba con que fuese tal como la imaginaba: rubia, alta, delgada, de ojos claros, piel bronceada…. pero nunca aparecía. Lo máximo que llegaba a ver era a una señora vestida con pijama de media manga y pantalones anchos llenos de dibujos simpáticos que cumplen el objetivo de agradar a los niños, bolígrafos metidos en el bolsillo que todo atuendo de enfermero o médico posee en el pecho. Realmente que sea ideal o no, no altera el resultado ni la hace mejor profesional pero (aunque nunca suelo quejarme de nada) me gustaría que me atendiese la mujer perfecta. O al menos me hubiese gustado, ahora que he empeorado tanto ya me da igual, de hecho casi prefiero que Auxi, la regordeta que me trata siga haciéndolo porque no estoy presentable; Debo parecer un monstruo con el pelo enmarañado y la boca goteando espuma cada día, si la mujer perfecta entrase por la puerta no sé que haría con este aspecto.

La cosa no parecía mejorar a pesar de mis muchos rezos y plegarias así que seguía hospitalizado en estado de “riesgo” (No sé que clase de riesgo, supongo que peligro de muerte por aburrimiento) manteniendo a mi familia en vilo todos los días con mis problemas sin solución.

La mañana que me cambiaron la medicación a una más fuerte tenían que trasladarme a otro hospital debido a la rareza que tenía metida en el cuerpo, lo cual significaba un cambio de enfermera también. Aunque éste tampoco resultó ser ideal, de hecho era un hombre. Sólo verle pasar a la sala, tan alto y ancho de hombros con la barba espesa y oscura a preguntarme el color de mis… excrementos me hacía querer morirme. Ésta medicación nueva además me ponía de mal humor y provocaba que gritara a todo el mundo, lo que hacía las visitas de mi familia unas incomodas reuniones llenas de alucinógenos y palabras desagradables.

Día tras día fui empeorando y mi repertorio de palabrotas, maldiciones y excusas se amplió notablemente (lo cual después me hacía sentir mal) aunque en el instante en que ocurría no podía controlar lo que decía.

Entonces una mañana aún no me habían medicado cuando entró mi madre por la puerta blanca doble de mi habitación a darme los buenos días y fue ahí cuando me di cuenta de algo muy importante.

Llevaba todo el año buscando a la enfermera perfecta, a la mujer con el físico ideal que vendría a atenderme, sin darme cuenta de que todo ese tiempo la tenía delante de mis narices, mi madre, la única que había permanecido impasible a mi lado mientras enloquecía y enfermaba, mientras la insultaba y maldecía, mientras sufría y empeoraba. Tenía a la mujer perfecta siempre a mi lado sin reconocerla, sin agradecerle, sin aprovecharla… Y me siento afortunado por haberme dado cuenta en ese momento porque ahora puedo disfrutarla y pasar con la mujer ideal el resto de mi vida.
 
 

Dania García-Donas Márquez

sábado, 20 de febrero de 2016

La realidad de Becca.


La realidad de cada persona es lo que esta decida creer, ahora bien, lo que piensas no siempre es real. Cada uno tiene su propia forma, no correcta ni errónea, de ver el mundo y en consecuencia ese es el lugar en el que viven.

A veces el sitio que imaginamos en nuestra cabeza es denominado opinión, u opinar. El cual es sin duda en verbo suficientemente correcto ya que no es más que eso: el punto de vista de una persona.

Por eso en todos estos años he aprendido que hay que comparar las propuestas de cada uno si se quiere llegar a un trato medianamente justo, a un mundo en el que todos podamos vivir sin problemas, ya que el lobo siempre será el malo mientras sólo escuches la versión de caperucita... y aquí es donde entro yo; No, no soy caperucita, soy el felpudo que había en la puerta de la casa de su abuela ¿Nunca te habías cuestionado si existía? Mucha gente tampoco.

Así que esa soy, insignificante en la entrada de una casa por encima de la cual pasan los personajes principales sin tener el detalle de describir cuando se limpiaron sus zapatos en mi mullido cuerpo. Realmente nadie se pregunta si había o no alfombra exterior, nadie la describe en sus relatos y sobretodo nunca, NUNCA en mayúsculas, podrá ser protagonista porque es un simple trozo de tela por encima del cual pasan a toda prisa con la historia de comerse unos a otros.

Siempre me estoy preguntando como legué a ser felpudo... ni siquiera yo misma estoy muy segura. Supongo que para explicar eso tengo que remontarme a mi niñez.

La realidad especial en la que vivo comenzó a formarse cuando era pequeña, en eso influyeron varios factores: Que mi hermano tuviese dieciocho años cuando yo acababa de nacer fue uno de ellos, porque esto me dejó sola a la hora de jugar, otro factor fue que mis padres comprasen una casa alejada del centro de la ciudad o cualquier parque en kilómetros a la redonda, motivo por el que no tenía vecinos que convertir en amigos, aunque no cambiaría mi casa por ninguna del centro ya que estar a las afueras me posibilita una piscina y una pequeña extensión de césped.

A lo que voy, mi hermano me contaba todas las noches historias sobre hadas, magos, árboles que atrapaban a niños malos en su interior... y diversas razas mágicas y atractivas que él se inventaba con el objetivo de agradarme. Todo eso y más fue llenando mi imaginación hasta el punto de casi desbordarse de forma que siempre podía jugar sola ya que yo era todos los personajes a la vez, también las normas, el narrador y la historia... comparable con un libro correteando por el jardín lleno de muecas graciosas...

Y así acabó esta pequeña hada del bosque ( las que eran mis favoritas por los vestidos de bolsa de basura verde que solía fabricarme simulando hojas de los árboles) tratando de hacer amigas en el colegio. Al principio, como todo niño de párvulos, tenía algunas amigas a las que no les importaba que fantaseara cuanto quisiese pero poco a poco, mientras crecíamos mi imaginación fue estorbando y molestando a las chicas de mi alrededor; Ellas no podían comprender el mundo en el que yo estaba acostumbrada a vivir:

Llegué contenta a la hora del recreo como siempre y acompañé sosteniendo un bocadillo envuelto en papel de aluminio a mi mejor amiga hacia el grupo de las populares o “pijas” como las llamábamos nosotras. Y aunque yo opinaba que una intrusión con ellas no podía hacernos nada bueno tampoco quería apartarme del resto de las chicas auto-marginándome. Estas niñas eran lo que llamaríamos las clásicas malvadas de las películas, las famosas del colegio a las que todo el mundo admiraba sin ningún motivo aparente más que por su belleza, y aunque pueda parecer típico estas chicas existen de verdad, es absolutamente cierto, ellas están en todos lados enterándose de cada cosa que pasa en la vida de otras personas, y puede que ellas no sean de esa forma tan exagerada como las pintan: comiendo chicle y vistiendo minifalda pero si que existen en otras modalidades. De hecho a veces me gustaba pensar en ellas quedándose con la mente en blanco debido a que conocían tantos datos sobre otras personas que acabarían olvidando su propia existencia.

Pero el caso es que ese día me acerqué a ellas mientras estaban jugando a imitar su serie de televisión favorita, ambas (mi mejor amiga y yo) preguntamos ilusas e inocentes si podíamos jugar a lo que contestaron que todos los personajes estaban cogidos menos uno.

“Yo puedo inventarme uno para mi si no hay más” Propuse para poder participar también ya que mi amiga “se había pedido” el que quedaba por cubrir. “ Tengo el pelo largo y rubio y la cara plagada de pecas...” recuerdo que empecé a describir antes de que Eloisa cortase mi fantaseo.

-No puedes inventarte un personaje, sólo debemos usar los de la serie -me miró falsamente apenada- Yo sé que tu tienes mucha imaginación pero aquí no sirve.

Tras esto me despidió con la mano literalmente y yo como una tonta le sonreí diciendo que no pasaba nada. Ahora se que eso habría sido una especie de marginación social pero en ese momento sólo me preguntaba porque Ella había hablado de mi imaginación como si fuese algo malo cuando para mi era una maravillosa forma de escapar del mundo real dando la espalda a todas las normas que la naturaleza establecía. Pensaba que eran unas tontas por no dejarme jugar y que no se merecían que suplicase un personaje así que me marché dedicándoles mi mejor sonrisa de manera que casi me convencí a mi misma de que no me había molestado, procuraba que así fuese, que nunca me molestara. Pero tras pasar unos minutos sentada sola mirando al infinito, lo que para mi no era algo negativo ya que me dejaba tiempo para pensar y alucinar con las cosas que se me llegaban a ocurrir en a penas media hora, cuando una profesora se me acercó a preguntarme por qué estaba sola. Mi respuesta fue “ Porque aprecio mi imaginación” con lo que ella se rió comentándome que estaba muy bien pensar en la fantasía pero que tener amigos también era importante así que debía hacer un esfuerzo por compartir “es don mio” ,como ella lo llamaba, con el resto de seres humanos.

Por eso decidí encerrare en el baño el resto de los recreos, realmente oía un poco mal pero por lo demás me era indiferente el sitio donde pasaba mi tiempo libre deseosa de que sonase la estrepitosa sirena que me indicaba la marcha a clase; A veces también, muy de vez en cuando y siempre que llevase el atuendo deportivo me marchaba con los chicos de mi clase a jugar al fútbol, y aunque no solía hacer mucho puesto que era pésima, me entretenía estar atenta de la posición de la pelota y charlar con el pobre del portero al que seguro debía tener frito; aunque esto no duró mucho ya que mis“compañeras” de clase no tardaron en burlarse de mi y expandir rumores sobre el asunto de una chica jugando con un montón de chicos al fútbol.

Ellas solían argumentar que sólo estaba haciendo el paripé porque me gustaba un chico de la clase, algunas llegaban a insinuar que me gustaban todos y otras veces decían que era una marimacho. Ahora que me escucho a misma decir todo lo que me ocurría se que era cruel pero en ese momento no entiendo que tipo de felicidad embargaba mis huesos de forma que no podía llegar a odiarlas como debería haber hecho. Por suerte los chicos me protegían cuando ellas trataban de entrometerse en el partido de fútbol apoyándose en que si yo podía jugar ellas también e invadían el campo obstaculizando el juego, a lo que ellos respondieron:

-Becca puede jugar pero vosotras no -no consigo recordar claramente quien lo dijo pero sé que fue uno de mis compañeros.

-¿Y por qué ella si y nosotras no? -preguntó Eloisa acusándome con el dedo.

En esos instantes mi sensible cuerpo infantil estaba a punto de marcharse al baño para no generar problemas entre los chicos y las chicas que nunca habían existido cuando ellos continuaron protegiéndome:

-Pues ella puede participar porque la habéis dejado sola.

En ese momento no sabía bien como reaccionar, me habían protegido, a mi, a la chica que a penas llevaba un par de días con ellos, la que distraía al portero ayudando al equipo contrario con los goles, la que no hacía más que estorbar en medio de la pista sin poder apuntar para chutar bien ni un solo balón. Me habían defendido mejor de lo que mi más preciada amiga lo hizo alguna vez, sin apenas conocerme me habían aceptado en el grupo y ayudado a integrarme.

Pero aunque aprecié mucho este gesto las populares y no tan populares vinieron día tras día a molestar con sus insultos indirectos hacia mi cortando y malgastando los escasos minutos de partido que teníamos así que comprendí que debía marcharme, debía volver a la oscuridad de los servicios malolientes a llorar.

Pero todo eso fue antes de que la nueva Becca surgiese, eso fue antes de que yo misma me mirase a los ojos en el espejo y dijese: No más Becca, nunca más sola, nunca más callada. Ahora vas a decir todo lo que piensas y respetarás al mismo tiempo lo que eres y lo que quieres. Y así fue, desde ese momento discutí todos los rumores que se refiriesen a mi, siempre hablando con respeto hacia cada uno e hice nuevas amigas, casi tan falsas como las anteriores todo hay que decirlo, pero esta vez sabía como torearlas; Estaba decidida a elegir mi vida y la forma en la que la vivía sin condicionamientos ni modas. Estaba preparada para sacar todo lo bueno que sabía hacer al mundo y demostrar que la forma de ser de cada persona tiene que ser respetada y que mía era muy respetable.

Años después y aunque pueda parecer algo irónico escribí un libro llamado: “El felpudo de caperucita roja” en el cual narraba lo que ocurriría si los objetos inanimados del cuento cobrasen vida e arreglasen la historia a su manera manteniendo a todos los lobos bien alejados del objetivo; describiendo exactamente lo que había pasado en mi vida, como pasé de ser una insignificante y pisoteada alfombra a la protagonista de mi propia historia escuchada y correspondida.

Por eso comprendí cuanta razón tenía mi madre al consolarme por las noches diciendo que el tiempo ponía a cada uno en su sitio, porque lo hacía, los años te ayudaban a cambiar y las dificultades te hacían más fuerte por eso puedo afirmar sin duda que las personas quedan al final en el lugar que merecen, y ese, aunque parezca que no, es el que cada uno va fabricando desde un principio aunque a los malos corazones pueda sorprenderles un final inesperado.
 
Dania García-Donas Márquez (10 años)