La
realidad de cada persona es lo que esta decida creer, ahora bien, lo
que piensas no siempre es real. Cada uno tiene su propia forma, no
correcta ni errónea, de ver el mundo y en consecuencia ese es el
lugar en el que viven.
A veces
el sitio que imaginamos en nuestra cabeza es denominado opinión, u
opinar. El cual es sin duda en verbo suficientemente correcto ya que
no es más que eso: el punto de vista de una persona.
Por eso
en todos estos años he aprendido que hay que comparar las propuestas
de cada uno si se quiere llegar a un trato medianamente justo, a un
mundo en el que todos podamos vivir sin problemas, ya que el lobo
siempre será el malo mientras sólo escuches la versión de
caperucita... y aquí es donde entro yo; No, no soy caperucita, soy
el felpudo que había en la puerta de la casa de su abuela ¿Nunca te
habías cuestionado si existía? Mucha gente tampoco.
Así que
esa soy, insignificante en la entrada de una casa por encima de la
cual pasan los personajes principales sin tener el detalle de
describir cuando se limpiaron sus zapatos en mi mullido cuerpo.
Realmente nadie se pregunta si había o no alfombra exterior, nadie
la describe en sus relatos y sobretodo nunca, NUNCA en mayúsculas,
podrá ser protagonista porque es un simple trozo de tela por encima
del cual pasan a toda prisa con la historia de comerse unos a otros.
Siempre
me estoy preguntando como legué a ser felpudo... ni siquiera yo
misma estoy muy segura. Supongo que para explicar eso tengo que
remontarme a mi niñez.
La
realidad especial en la que vivo comenzó a formarse cuando era
pequeña, en eso influyeron varios factores: Que mi hermano tuviese
dieciocho años cuando yo acababa de nacer fue uno de ellos, porque
esto me dejó sola a la hora de jugar, otro factor fue que mis padres
comprasen una casa alejada del centro de la ciudad o cualquier parque
en kilómetros a la redonda, motivo por el que no tenía vecinos que
convertir en amigos, aunque no cambiaría mi casa por ninguna del
centro ya que estar a las afueras me posibilita una piscina y una
pequeña extensión de césped.
A lo que
voy, mi hermano me contaba todas las noches historias sobre hadas,
magos, árboles que atrapaban a niños malos en su interior... y
diversas razas mágicas y atractivas que él se inventaba con el
objetivo de agradarme. Todo eso y más fue llenando mi imaginación
hasta el punto de casi desbordarse de forma que siempre podía jugar
sola ya que yo era todos los personajes a la vez, también las
normas, el narrador y la historia... comparable con un libro
correteando por el jardín lleno de muecas graciosas...
Y así
acabó esta pequeña hada del bosque ( las que eran mis favoritas por
los vestidos de bolsa de basura verde que solía fabricarme simulando
hojas de los árboles) tratando de hacer amigas en el colegio. Al
principio, como todo niño de párvulos, tenía algunas amigas a las
que no les importaba que fantaseara cuanto quisiese pero poco a poco,
mientras crecíamos mi imaginación fue estorbando y molestando a las
chicas de mi alrededor; Ellas no podían comprender el mundo en el
que yo estaba acostumbrada a vivir:
Llegué
contenta a la hora del recreo como siempre y acompañé sosteniendo
un bocadillo envuelto en papel de aluminio a mi mejor amiga hacia el
grupo de las populares o “pijas” como las llamábamos nosotras. Y
aunque yo opinaba que una intrusión con ellas no podía hacernos
nada bueno tampoco quería apartarme del resto de las chicas
auto-marginándome. Estas niñas eran lo que llamaríamos las
clásicas malvadas de las películas, las famosas del colegio a las
que todo el mundo admiraba sin ningún motivo aparente más que por
su belleza, y aunque pueda parecer típico estas chicas existen de
verdad, es absolutamente cierto, ellas están en todos lados
enterándose de cada cosa que pasa en la vida de otras personas, y
puede que ellas no sean de esa forma tan exagerada como las pintan:
comiendo chicle y vistiendo minifalda pero si que existen en otras
modalidades. De hecho a veces me gustaba pensar en ellas quedándose
con la mente en blanco debido a que conocían tantos datos sobre
otras personas que acabarían olvidando su propia existencia.
Pero el
caso es que ese día me acerqué a ellas mientras estaban jugando a
imitar su serie de televisión favorita, ambas (mi mejor amiga y yo)
preguntamos ilusas e inocentes si podíamos jugar a lo que
contestaron que todos los personajes estaban cogidos menos uno.
“Yo
puedo inventarme uno para mi si no hay más” Propuse para poder
participar también ya que mi amiga “se había pedido” el que
quedaba por cubrir. “ Tengo el pelo largo y rubio y la cara plagada
de pecas...” recuerdo que empecé a describir antes de que Eloisa
cortase mi fantaseo.
-No
puedes inventarte un personaje, sólo debemos usar los de la serie
-me miró falsamente apenada- Yo sé que tu tienes mucha imaginación
pero aquí no sirve.
Tras esto
me despidió con la mano literalmente y yo como una tonta le sonreí
diciendo que no pasaba nada. Ahora se que eso habría sido una
especie de marginación social pero en ese momento sólo me
preguntaba porque Ella había hablado de mi imaginación como si
fuese algo malo cuando para mi era una maravillosa forma de escapar
del mundo real dando la espalda a todas las normas que la naturaleza
establecía. Pensaba que eran unas tontas por no dejarme jugar y que
no se merecían que suplicase un personaje así que me marché
dedicándoles mi mejor sonrisa de manera que casi me convencí a mi
misma de que no me había molestado, procuraba que así fuese, que
nunca me molestara. Pero tras pasar unos minutos sentada sola mirando
al infinito, lo que para mi no era algo negativo ya que me dejaba
tiempo para pensar y alucinar con las cosas que se me llegaban a
ocurrir en a penas media hora, cuando una profesora se me acercó a
preguntarme por qué estaba sola. Mi respuesta fue “ Porque aprecio
mi imaginación” con lo que ella se rió comentándome que estaba
muy bien pensar en la fantasía pero que tener amigos también era
importante así que debía hacer un esfuerzo por compartir “es don
mio” ,como ella lo llamaba, con el resto de seres humanos.
Por eso
decidí encerrare en el baño el resto de los recreos, realmente oía
un poco mal pero por lo demás me era indiferente el sitio donde
pasaba mi tiempo libre deseosa de que sonase la estrepitosa sirena
que me indicaba la marcha a clase; A veces también, muy de vez en
cuando y siempre que llevase el atuendo deportivo me marchaba con los
chicos de mi clase a jugar al fútbol, y aunque no solía hacer mucho
puesto que era pésima, me entretenía estar atenta de la posición
de la pelota y charlar con el pobre del portero al que seguro debía
tener frito; aunque esto no duró mucho ya que mis“compañeras”
de clase no tardaron en burlarse de mi y expandir rumores sobre el
asunto de una chica jugando con un montón de chicos al fútbol.
Ellas
solían argumentar que sólo estaba haciendo el paripé porque me
gustaba un chico de la clase, algunas llegaban a insinuar que me
gustaban todos y otras veces decían que era una marimacho. Ahora que
me escucho a misma decir todo lo que me ocurría se que era cruel
pero en ese momento no entiendo que tipo de felicidad embargaba mis
huesos de forma que no podía llegar a odiarlas como debería haber
hecho. Por suerte los chicos me protegían cuando ellas trataban de
entrometerse en el partido de fútbol apoyándose en que si yo podía
jugar ellas también e invadían el campo obstaculizando el juego, a
lo que ellos respondieron:
-Becca
puede jugar pero vosotras no -no consigo recordar claramente quien lo
dijo pero sé que fue uno de mis compañeros.
-¿Y por
qué ella si y nosotras no? -preguntó Eloisa acusándome con el
dedo.
En esos
instantes mi sensible cuerpo infantil estaba a punto de marcharse al
baño para no generar problemas entre los chicos y las chicas que
nunca habían existido cuando ellos continuaron protegiéndome:
-Pues
ella puede participar porque la habéis dejado sola.
En ese
momento no sabía bien como reaccionar, me habían protegido, a mi, a
la chica que a penas llevaba un par de días con ellos, la que
distraía al portero ayudando al equipo contrario con los goles, la
que no hacía más que estorbar en medio de la pista sin poder
apuntar para chutar bien ni un solo balón. Me habían defendido
mejor de lo que mi más preciada amiga lo hizo alguna vez, sin apenas
conocerme me habían aceptado en el grupo y ayudado a integrarme.
Pero
aunque aprecié mucho este gesto las populares y no tan populares
vinieron día tras día a molestar con sus insultos indirectos hacia
mi cortando y malgastando los escasos minutos de partido que teníamos
así que comprendí que debía marcharme, debía volver a la
oscuridad de los servicios malolientes a llorar.
Pero todo
eso fue antes de que la nueva Becca surgiese, eso fue antes de que yo
misma me mirase a los ojos en el espejo y dijese: No más Becca,
nunca más sola, nunca más callada. Ahora vas a decir todo lo que
piensas y respetarás al mismo tiempo lo que eres y lo que quieres. Y
así fue, desde ese momento discutí todos los rumores que se
refiriesen a mi, siempre hablando con respeto hacia cada uno e hice
nuevas amigas, casi tan falsas como las anteriores todo hay que
decirlo, pero esta vez sabía como torearlas; Estaba decidida a
elegir mi vida y la forma en la que la vivía sin condicionamientos
ni modas. Estaba preparada para sacar todo lo bueno que sabía hacer
al mundo y demostrar que la forma de ser de cada persona tiene que
ser respetada y que mía era muy respetable.
Años
después y aunque pueda parecer algo irónico escribí un libro
llamado: “El felpudo de caperucita roja” en el cual narraba lo
que ocurriría si los objetos inanimados del cuento cobrasen vida e
arreglasen la historia a su manera manteniendo a todos los lobos bien
alejados del objetivo; describiendo exactamente lo que había pasado
en mi vida, como pasé de ser una insignificante y pisoteada alfombra
a la protagonista de mi propia historia escuchada y correspondida.
Por eso
comprendí cuanta razón tenía mi madre al consolarme por las noches
diciendo que el tiempo ponía a cada uno en su sitio, porque lo
hacía, los años te ayudaban a cambiar y las dificultades te hacían
más fuerte por eso puedo afirmar sin duda que las personas quedan al
final en el lugar que merecen, y ese, aunque parezca que no, es el
que cada uno va fabricando desde un principio aunque a los malos
corazones pueda sorprenderles un final inesperado.
Dania García-Donas Márquez (10 años) |
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