-El saber es un don ¿Verdad?
-Ansiaba tanto que me preguntases eso
-no le mentiría si le dijese que de no haberlo hecho se lo hubiese
desvelado tarde o temprano pero eso prefiero no comentárselo pues
así no perderá las ganas de preguntar.
-¿Me contarás una historia o me
propondrás un acertijo? -preguntó.
-Apuesto a que eso puedes decírmelo tú
-le dediqué una sonrisa cómplice.
-Me contarás una historia -contestó
dándose cuenta de la artimaña y se acomodó en su asiento.
Supongo que después de todo el chico
no es tan tonto, nunca había utilizado ese truco con él pero había
pillado al vuelo que mi oración en sí ya era un acertijo por lo
tanto la opción que quedaba libre era la historia:
-Lo siento mucho -se disculpó y agachó
la cabeza- pude escucharlo pero no oírlo.
-Sé que a veces puede costar más
comprender que entender -admitió el maestro- pero aún así a usted
no debería haberle sucedido -la fulminó con la mirada- espero que
no vuelva a ocurrir.
Se marchó de la sala golpeando
fuertemente la puerta mientras Maie se mantenía rígida como una
piedra, realmente le dolía el fracaso.
-No le escuches -la alentó Ashi
colocando una mano sobre su hombro- A veces los maestros olvidan que
todos no somos iguales que ellos.
-Pero podríamos serlo si nos
esforzásemos, y es evidente que yo no he hecho mucho esfuerzo -se
culpó.
-Siguiendo esa teoría no debería
haberse referido a ti en concreto, si tomamos como biblia lo que
dices, debería haber reñido en general -la persuadió Ashi- Sin
embargo él no volverá a pedirte disculpas por su error o su
comportamiento y tú tendrás que hacer todo lo posible para que
jamás te vuelva a ocurrir así que no te culpes a ti misma, ya hay
demasiada gente en el mundo que se encarga de eso.
Maie sabía que Ashi estaba equivocada
casi tan bien como que hacerla cambiar de idea sería imposible. Pero
con el apoyo de Ashi o sin él, ella pensaba seguir escuchando y
escuchando hasta lograr oír.
Era la primera vez que el maestro
Fareth explotaba de aquella forma así que la noticia se extendió
rápidamente por la universidad. Aunque eso no era lo que le llamaba
la atención a los estudiantes, la pregunta que ellos se hacían era:
“¿Qué será eso tan importante que la chica no pudo oír?”
-En ningún momento me alzó la voz
-desmintió Maie apartando a un par de chicas curiosas de su lado.
La noticia no sólo se había
extendido, había tantas versiones de lo ocurrido que se podría
escribir un libro. Algunos contaban que Fareth gritó hasta que los
cristales retumbaron, decían que contestaba en sirha para que nadie
pudiese oír lo que mascullaba, otros incluso afirmaban que la había
golpeado antes de marcharse.
Maie hizo todo lo posible por desmentir
aquella historia, lógicamente, nadie quiere enemistarse con un
maestro con el que pasará dos años más.
Si bien estos rumores llegaban a los
oídos de Fareth el parecía hacer caso omiso de ellos, pero aún
así, todo el mundo puso la oreja cuando él citó a la chica a su
despacho para hablar.
Maie estaba muy tensa y ni siquiera el
lugar tranquilo y agradable al que se dirigía podía evitar eso. El
maestro la vio de lejos y le hizo señas para que se acercase.
-Maestro Fareth han corrido rumores,
rumores inciertos – se apresuró a aclarar nerviosa- yo no los he
difundido.
Podría parecer que ésta era una
manera poco sutil de expresarse, pero si alguien es capaz de pensar
así, es porque aún no ha probado a explicarse cuando está
nervioso.
El maestro inspiró hondo y espiró
tranquilamente.
-Hasta mis oídos han llegado esas
mentiras -hizo una pausa teatral al ver la cara de Maie- pero me he
dedicado a escucharlos en lugar de oírlos -Fareth sonrió.
Puede que lo dijese para relajar
tensiones y confraternizar con ella pero la chica no lo entendió así
y se mostró aún más nerviosa removiendo las manos sobre su regazo.
-Además -añadió el hombre al
comprender la situación- los que difunden los rumores son estúpidos,
y me consta que usted no es estúpida.
Maie soltó sonoramente todo el aire
que había estado reteniendo y se relajó un poco. Entonces se creó
un silencio incómodo; El maestro esperaba que la chica preguntase
mientras ella estaba convencida de que no debía decir nada por
muchas preguntas que tuviese, pero entonces Fareth ladeó la cabeza
dándole a entender a su alumna que tenía permiso para hablar.
-Y ¿Por qué me ha traído usted aquí?
-preguntó entonces.
-Porque es un lugar bonito -respondió
el maestro decepcionado.
-¿Cuál es el tema del que quería
hablarme? -comprendió Maie enseguida.
-Esa era la pregunta que estaba
esperando -el rostro del maestro se iluminó- te he traído aquí
para que me expliques que viste u oíste. Si crees que no lo
recuerdas todo, al menos algunas partes.
-En realidad lo recuerdo todo con
exactitud -dijo orgullosa- lo único que me dijo fue: La clave está
en el amor del odio.
Permanecieron un breve tiempo callados
hasta que el maestro analizó y comprendió el significado de la
oración.
-Supongo que esto de difícil de
entender para alguien que nunca haya odiado a nadie -admitió- pero
con odiar no me refiero al recelo que se guardan algunas personas,
con odiar me refiero a querer que el otro esté siempre muy lejos de
ti, o siendo algo más radical, estaríamos hablando de al que
querrías ver muerto.
El maestro sabía que cuando Maie había
entrado nueva el pasado semestre Gress se había burlado de ella por
no tener ni idea de química.
-Si en uno de tus trabajos de química
-comenzó a exponer Fareth para que ella comprendiese- algo saliese
mal, algo sin pies ni cabeza... Imagina que tú lo has calculado todo
meticulosamente y el agua que tienes en la mano explota ¿Qué
pensarías?
Maie sonrió dándole a entender al
maestro que había captado lo que quería decir pero aún así él
insistió en que respondiese con un gesto.
-Pensaría que alguien me lo habría
saboteado, pensaría que Gress me habría manipulado el trabajo
-contestó.
-Tú quieres que
sea él el culpable porque lo odias. Pensar
que ha sido él te tranquiliza porque sabes que sólo tienes una
persona en tu contra y por otra parte te irrita y quieres devolverle
la jugada en cuanto puedas.
-El amor del odio
-repitió ella pensativa- ¿Su enemigo la mató? ¿Ya está? Así
de... - ni siquiera le hizo falta pronunciar la palabra “fácil”
cuando vio sonreír al maestro y supo que estaba en lo cierto, que
era así de fácil.
-Estoy orgulloso de que te hayas dado
cuenta -admitió el maestro tornando después su rostro a uno serio-
ahora ¡olvídalo!
Maie aún estaba triunfante cuando lo
escuchó.
-¿Qué? ¿Por qué debo olvidarlo?
-La ignorancia es un don -le aclaró el
maestro- cuanto más sepas más pueden usar contra ti, de modo que
olvida la información.
-¿Qué información? -preguntó Maie
enigmática, aunque no pudo contener una sonrisa.
Y aún así supongo que no fue
suficiente, pasados dos meses nadie supo nada más de ella como si la
tierra la hubiese tragado y bueno, puede que me culpasen en parte a
mí, porque fui el último maestro que habló con ella pero en mi
humilde opinión creo que ella no trató de dejar atrás la
información y por eso la atacaron.
-Entonces ¿La ignorancia es un don o
el saber es un don? -preguntó- ¿Ambas cosas pueden serlo?
-El saber no es un don, al igual que la
ignorancia tampoco puede ser clasificada como tal; los dones son
regalos y tanto el saber como la ignorancia son frutos de la
dedicación.
-¿Y entonces qué saco yo de esta
historia?
-Apuesto a que eso también puedes
decírmelo.
Miró al suelo pensativo.
-La respuesta del acertijo -atinó a
decir.
Sonreí, definitivamente sería mi
aprendiz.
Dania García-Donas Márquez en Mérida |